Zeus y la creación del mundo

Seguro que habréis pensado alguna vez en esto: "¿Cómo empezó todo?"

Yo os lo contaré:

En el palacio de nubes  del Olimpo vivían los dioses, y entre ellos el mayor de todos, Zeus. Vivían en una eterna felicidad, alimentándose de néctar y ambrosía, mientras los días y los años se sucedían en una hermosa serenidad. Pero pasó lo que tenía que pasar: los dioses terminaron por aburrirse. Entonces Zeus, el dios de dioses, pidió a su hijo Hefesto, el dios herrero, que fabricara algunas criaturas para distraerse. Hefesto se rascó la cabeza y llevó a los dioses a su taller. Y allí, con tierra, agua y fuego les enseñó los pasos que debían seguir para modelar y crear seres de carne y hueso. Los dioses crearon algunos con alas, aletas y patas. Y, por último, crearon seres infinitamente parecidos a ellos, a los que llamaron seres humanos. Entonces, con su aliento divino, Zeus les dio vida. Acto seguido, Zeus encargó a los hermanos Prometeo y Epimeteo que pusieran cualidades a todos los seres creados. 

Epimeteo, sin pensar mucho en el asunto puso colmillos o cuernos a los unos, picos a los otros, pelo, caparazones, etc. Epimeteo iba sacándolo todo alegremente de la gran bolsa de habilidades que Zeus había entregado y lo iba entregando a diestro y siniestro. Cuando llegó al fondo, se dio cuenta de que había olvidado a los hombres, justo aquellos que habían sido creados a imagen de los dioses. ¡Que insulto a las divinidades del Olimpo!
Entonces Prometeo buscó la manera de corregir aquel gran error.  Enseñó a los hombres a tenerse en pie y eso les dio un aspecto distinguido. Depués, con el acuerdo tácito de Zeus, hurtó del carro del Sol una antorcha encendida y se la entregó. Gracias al fuego, los hombres reinarían para siempre sobre las bestias salvajes y, aunque desprovistos de colmillos, garras o cuernos, ellos serían los señores de la creación.