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sábado, 24 de diciembre de 2011

Atenea, el regalo a Grecia.

Atenea era la diosa de la sabiduría y Poseidón, el dios del mar. Sucedió que una diferencia los enfrentó. 
Cada región de Grecia tenía un dios protector que honraba particularmente, y tanto Atenea como Poseidón reivindicaban ese rol para el Ática, que era sin dudar el lugar más bello de Grecia.  Zeus decretó que sería Cécrope, el rey justo y bueno de aquellas tierras, quien dictaminara el veredicto. Cécrope tuvo muchas dudas y al final decidió dar su voto al dios que les hiciera el regalo más útil. Poseidón clavó su tridente e hizo brotar del suelo una fuente de agua salada para que los hombres pudieran disfrutar de sus actividades náuticas. Añadió también un caballo negro con fama de invencible que entregó al rey.
Acto seguido, Atenea apuntó con un dedo e hizo salir de la tierra un árbol de tronco nudoso que hoy conocemos como olivo. 
-Las hojas de este árbol -dijo- no caerán nunca, tampoco en pleno invierno. Y sus frutos podrán alimentaros hasta la saciedad. Este árbol os hará célebres en todo el mundo, pues será símbolo de la fecundidad y de la paz que deseo dar a los hombres.
El rey, emocionado, no tuvo ninguna duda de su decisión y dijo orgulloso:
-Oh, gran diosa, esta tierra te será consagrada. Por siempre será tuya. En tu honor construiremos la más hermosa de las ciudades, a la que llamaremos Atenas.

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