Existe en las montañas de Frigia un árbol maravilloso, de doble naturaleza. Por un lado es roble, y por el otro un tilo. Pero este árbol tiene un solo tronco. A buen seguro, semejante prodigio tuvo su origen en un capricho divino...
Un día que Zeus se aburría, pidió a Hermes que lo acompañara a la Tierra.
-Vayamos a ver -le dijo- si el pueblo frigio respeta como es debido las leyes de la hospitalidad.
Ambos tomaron la apariencia de unos vagabundos y fueron a llamar a las puertas de las casas. Por desgracia, allí donde pedían un poco de pan y un rincón donde dormir, se los rechazaba. Los frigios parecían haber olvidado la más sagrada ley de Zeus. Cien veces, los dos compañeros hicieron la petición y cien veces fueron rechazados. Entonces se marcharon a lugares más aislados. Al caer la noche, estaban a punto de renunciar cuando divisaron la cima de una montaña, en la que encontraron una la más miserables de las chozas. Se acercaron. Antes incluso de llamar a la puerta, ésta se abrio, apareciendo el hospitalario rostro de una anciana, de nombre Baucis, que los invitó a compartir su cena y rogó a Filemón, su marido, que añadiera con sus manos temblorosas un poco de leña a la chimenea para calentar a los recién llegados. Pese a la pobreza del mobiliario, Zeus y Hermes pronto se sintieron a gusto en unos taburetes toscamente tallados. Filemón y Baucis sólo tenían unas pocas aceitunas, verduras y algo de tocino, pero se las arreglaron para brindarles una comida muy agradable. Filemón les ofreció su única jarra de vino. No era más que un vino peleón un poco amargo, pero los dioses agradecieron el gesto. A medida que Filemón les servía, la jarra volvía a llenarse. Cuando por fin se dio cuenta, Filemón comprendió que se hallaban frente a dos dioses. Bajó la cabeza implorándoles clemencia: la comida que habían compartido era muy modesta, no tenían para más. Zeus los tranquilizó. Estaba muy agradecido: habían respetado la ley sagrada que dictaba que se acogiera al extranjero como a un hermano, y por ello serían recompensados. En cuanto a sus vecinos, se les aplicaría un justo castigo. Salieron fuera. Acto seguido, una ola gigantesca apareció de la nada y sumergió todos los pueblosdeExiste en las montañas de Frigia un árbol maravilloso, de doble naturaleza. Por un lado es roble, y por el otro un tilo. Pero este árbol tiene un solo tronco. A buen seguro, semejante prodigio tuvo su origen en un capricho divino...
Un día que Zeus se aburría, pidió a Hermes que lo acompañara a la Tierra.
-Vayamos a ver -le dijo- si el pueblo frigio respeta como es debido las leyes de la hospitalidad.
Ambos tomaron la apariencia de unos vagabundos y fueron a llamar a las puertas de las casas. Por desgracia, allí donde pedían un poco de pan y un rincón donde dormir, se los rechazaba. Los frigios parecían haber olvidado la más sagrada ley de Zeus. Cien veces, los dos compañeros hicieron la petición y cien veces fueron rechazados. Entonces se marcharon a lugares más aislados. Al caer la noche, estaban a punto de renunciar cuando divisaron la cima de una montaña, en la que encontraron una la más miserables de las chozas. Se acercaron. Antes incluso de llamar a la puerta, ésta se abrio, apareciendo el hospitalario rostro de una anciana, de nombre Baucis, que los invitó a compartir su cena y rogó a Filemón, su marido, que añadiera con sus manos temblorosas un poco de leña a la chimenea para calentar a los recién llegados. Pese a la pobreza del mobiliario, Zeus y Hermes pronto se sintieron a gusto en unos taburetes toscamente tallados. Filemón y Baucis sólo tenían unas pocas aceitunas, verduras y algo de tocino, pero se las arreglaron para brindarles una comida muy agradable. Filemón les ofreció su única jarra de vino. No era más que un vino peleón un poco amargo, pero los dioses agradecieron el gesto. A medida que Filemón les servía, la jarra volvía a llenarse. Cuando por fin se dio cuenta, Filemón comprendió que se hallaban frente a dos dioses. Bajó la cabeza implorándoles clemencia: la comida que habían compartido era muy modesta, no tenían para más. Zeus los tranquilizó. Estaba muy agradecido: habían respetado la ley sagrada que dictaba que se acogiera al extranjero como a un hermano, y por ello serían recompensados. En cuanto a sus vecinos, se les aplicaría un justo castigo. Salieron fuera. Acto seguido, una ola gigantesca apareció de la nada y sumergió todos los pueblos del valle vecino. Pero eso no fue todo. Al darse la vuelta, los dos ancianos vieron su humilde choza convertida en un templo resplandeciente recubierto de oro y plata. -Pedid un deseo -añadió Zeus- y os será concedido.
El matrimonio había sido siempre muy humilde y continuarían siéndolo. Tan solo pidieron no tener que separarse nunca y morir el mismo día. Zeus lo concedió, y los dos ancianos se quedaron en el templo al servicio de los dioses, viviendo aún por mucho tiempo en paz y serenidad. Llegó el día en el que sintieron la fatiga y el peso de los años. Se sentaron uno junto al otro en la escalinata del templo para tomar un poco el aire, cogidos de la mano. Vieron entonces que sus dedos se cubrían de hojas. Tuvieron el tiempo justo para despedirse: "adiós, esposo mío", "adiós, esposa mía", antes de convertirse en un maravilloso árbol de tronco único, mitad roble, mitad tilo.
Este árbol es en Frigia el símbolo de un amor sencillo y verdadero. Y todos aquellos que visitan el templo tienen la constumbre de cubrir sus ramas de guirnaldas en memoria de Filemón y Baucis.
1 comentario:
Largo pero hermoso... este mito es hermoso. El mensaje está claro: la hospitalidad es sagrada. Aquellos que la respeten serán recompensados, y aquellos que la descuiden serán severamente castigados. Por un lado, el reconocimiento; por el otro, la sanción. Todas las civilizaciones se han valido de promesas y amenazas para inculcar sus valores en el espíritu de los ciudadanos.
Pero ¿es aún posible creer que los que se comportan bien serán premiados y los malvados castigados? ¿No vemos, por desgracia, ejemplos de lo contrario todos los días? Es hora de encontrar otros argumentos distintos del dúo "palo y zanahoria" para mover a los ciudadanos a comportarse con corrección y sentirse responsables.
Publicar un comentario