Se cree que fue Hera, la esposa de Zeus el dios de dioses, la que dio origen a la Vía Láctea, nuestra galaxia.
Zeus era muy aventurero y le gustaba mucho tener diferentes mujeres, por lo que nunca le guardó fidelidad a su mujer. En una de estas aventuras, Zeus se unió con Alcmena en ausencia de su marido. El dios se hizo pasar por el ausente, y como la mujer le gustaba mucho decidió estar con ella en una noche que durara mucho, por lo que por orden de él, el sol no salió cuando tenía que haberlo hecho.
Después el esposo de Alcmena, Anfitrión, regresó y se unió a ella. De ambas uniones Alcmena quedó embarazada. El hijo de Zeus fue Heracles (Hercules en la tradición latina) y el hijo de Anfitrión fue Ificles.
Heracles fue desde su concepción, el favorito de Zeus a lo cual Hera respondió con ira y celos, pues no soportaba la idea de que el hijo de otra mujer fuera tan querido para su divino esposo.
Así, la diosa decidió complicar el nacimiento de Heracles quien se quedó 10 meses dentro del vientre de su madre. Y además ella es la responsable de que el héroe tuviera que sufrir los Doce Trabajos y cuando era un bebé de ocho meses, Hera le envió dos terribles serpientes para asesinarlo, sin embrago el niño supo defenderse sin problemas.
Ahora bien, existía la condición de que Heracles sólo sería inmortal si mamaba de Hera y esto no iba a ocurrir con el consentimiento de la diosa.
Sobre esta historia existen dos versiones. Primero, se cree que Hermes, el mensajero de los dioses, llevó al niño a donde Hera mientras ella dormía y lo puso en su seno para que mamara la leche divina. Cuando Hera se despertó y descubrió a Heracles en su pecho lo retiró bruscamente y la leche siguió manando, se esparció por el universo y formó la Vía Láctea.
La otra versión indica que Hera iba con Atenea paseando por el campo cuando vieron al niño descansando en la hierba. Atenea convenció a la diosa de que lo amamantara, pues era muy hermoso. Hera accedió, pero pronto Heracles chupó la leche con tal violencia que hirió a la diosa. Hera lo apartó de su seno vigorosamente y la leche siguió fluyendo hasta que formó la Vía Láctea.
Los mitos de Minerva
Un blog a través de los sueños... Donde todos nos podemos sumergir en la mitología.
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miércoles, 1 de febrero de 2012
Las sirenas
Las sirenas a diferencia de la costumbre popular, dentro de la tradición griega eran genios marinos, mitad mujeres y mitad aves. Su ascendencia no está clara. Según las versiones más comunes del mito, son hijas de Melpómene (musa de la tragedia) y de Aqueloo (dios del río homónimo y primogénito de los dioses-ríos). Pero otras versiones las hacen hijas de Aqueloo y Estérope, o Terpsícore (musa de la poesía y la danza) o también del dios Forcis. Según la versión de Libanio, nacieron de la sangre de Aqueloo, que fue derramada por Heracles (Hércules).
La primera mención que se conoce de las Sirenas es en La Odisea, cuando Odiseo se enfrenta a su canto en el mar. Aquí aparecen sólo dos, pero otras tradiciones hablan de tres: Pisínoe (Parténope), Agláope (Leucosia), y Telxiepia (Ligia) o incluso de cuatro: Teles, Redne, Molpe, y Telxíope.
De las sirenas se sabe que su especialidad era la música. Se cree que una tocaba la lira, otra cantaba y la otra tocaba la flauta.
Para el poeta y mitógrafo Ovidio, las sirenas no siempre tuvieron esa forma, sino que en un principio eran mujeres muy hermosas compañeras de Perséfone (diosa del mundo subterráneo y compañera de Hades), antes de que fuera raptada por Hades. Cuando sucedió el secuestro, ellas le pidieron a los dioses que les dieran alas para poder ir en busca de su amiga. Otra versión dice que su transformación fue un castigo de Démeter por no defender a su hija de Hades e impedir el secuestro. También se dice que Afrodita les quitó su belleza, por que despreciaban las artes del amor.
Hay una leyenda que cuenta que después de la metamorfosis, rivalizaron con las musas, y éstas muy ofendidas, las desplumaron y se coronaron con sus despojos.
De acuerdo con el mito más difundido, vivían en una isla del Mediterráneo que tradicionalmente es ubicaba frente a la costa italiana meridional, más específicamente frente a la Isla de Sorrento y con la música que tocaban atraían a los marinos, que aturdidos por el sonido, perdían el control del barco que se estrellaba contra los arrecifes. Entonces las Sirenas devoraban a los imprudentes navegantes.
Varios héroes pasaron por su isla incólumes, gracias a ardides o a la ayuda de algún dios. En el caso de los Argonautas, se cuenta que pasaron muy cerca de la isla de las sirenas, pero que Orfeo, que tenía fama de cantar maravillosamente (héroe griego) hizo uso de su talento con tanta armonía y tan melodiosamente, que no las escucharon por lo que se salvaron de su terrible destino. Butes (uno de los argonautas) no pudo soportar la tentación y se lanzó al mar, pero Afrodita lo rescató.
De igual manera, Odiseo (Ulises), fecundo en ardides, cuando se iban acercando a la isla temida, por consejo de Circe, ordenó a sus hombres que se taparan los oídos con cera, y él que no podía con la curiosidad de escucharlas, se hizo amarrar al mástil, con orden de que pasara lo que pasara, no lo desataran. Al escuchar los cantos de las sirenas quiso soltarse pero sus compañeros no se lo permitieron. Cuenta la leyenda, que las sirenas devastadas por su fracaso, se lanzaron al mar y murieron ahogadas.
Posteriormente, las sirenas pasaron a ser consideradas divinidades del más allá, y se suponía que cantaban para los bienaventurados en las Islas Afortunadas. Fue así como pasaron a representar las armonías celestiales y es así como las dibujan en los ataúdes y sarcófagos.
La primera mención que se conoce de las Sirenas es en La Odisea, cuando Odiseo se enfrenta a su canto en el mar. Aquí aparecen sólo dos, pero otras tradiciones hablan de tres: Pisínoe (Parténope), Agláope (Leucosia), y Telxiepia (Ligia) o incluso de cuatro: Teles, Redne, Molpe, y Telxíope.
De las sirenas se sabe que su especialidad era la música. Se cree que una tocaba la lira, otra cantaba y la otra tocaba la flauta.
Para el poeta y mitógrafo Ovidio, las sirenas no siempre tuvieron esa forma, sino que en un principio eran mujeres muy hermosas compañeras de Perséfone (diosa del mundo subterráneo y compañera de Hades), antes de que fuera raptada por Hades. Cuando sucedió el secuestro, ellas le pidieron a los dioses que les dieran alas para poder ir en busca de su amiga. Otra versión dice que su transformación fue un castigo de Démeter por no defender a su hija de Hades e impedir el secuestro. También se dice que Afrodita les quitó su belleza, por que despreciaban las artes del amor.
Hay una leyenda que cuenta que después de la metamorfosis, rivalizaron con las musas, y éstas muy ofendidas, las desplumaron y se coronaron con sus despojos.
De acuerdo con el mito más difundido, vivían en una isla del Mediterráneo que tradicionalmente es ubicaba frente a la costa italiana meridional, más específicamente frente a la Isla de Sorrento y con la música que tocaban atraían a los marinos, que aturdidos por el sonido, perdían el control del barco que se estrellaba contra los arrecifes. Entonces las Sirenas devoraban a los imprudentes navegantes.
Varios héroes pasaron por su isla incólumes, gracias a ardides o a la ayuda de algún dios. En el caso de los Argonautas, se cuenta que pasaron muy cerca de la isla de las sirenas, pero que Orfeo, que tenía fama de cantar maravillosamente (héroe griego) hizo uso de su talento con tanta armonía y tan melodiosamente, que no las escucharon por lo que se salvaron de su terrible destino. Butes (uno de los argonautas) no pudo soportar la tentación y se lanzó al mar, pero Afrodita lo rescató.
De igual manera, Odiseo (Ulises), fecundo en ardides, cuando se iban acercando a la isla temida, por consejo de Circe, ordenó a sus hombres que se taparan los oídos con cera, y él que no podía con la curiosidad de escucharlas, se hizo amarrar al mástil, con orden de que pasara lo que pasara, no lo desataran. Al escuchar los cantos de las sirenas quiso soltarse pero sus compañeros no se lo permitieron. Cuenta la leyenda, que las sirenas devastadas por su fracaso, se lanzaron al mar y murieron ahogadas.
Posteriormente, las sirenas pasaron a ser consideradas divinidades del más allá, y se suponía que cantaban para los bienaventurados en las Islas Afortunadas. Fue así como pasaron a representar las armonías celestiales y es así como las dibujan en los ataúdes y sarcófagos.
El mito de Perseo
Perseo es un semidiós de la mitología griega, hijo de Dánae. Ésta había sido encerrada por su padre, Acrisio, en una torre, para impedir que tuviera trato con varón, ya que una profecía le había anunciado que moriría a manos de su nieto. Sin embargo, Zeus se metamorfoseó en lluvia de oro y consiguió acceder a la estancia de Dánae y dejarla encinta.
Dánae engendró a Perseo, y al enterarse Acrisio los arrojó al mar en un cofre. Tras vagar durante mucho tiempo a la deriva, llegaron al reino de Sérifos, donde fueron recogidos por Dictis, hermano del gobernante de la isla, el tirano Polidectes
La belleza de Dánae hizo que Polidectes también cayera enamorado de ella. Pensando que el joven Perseo podía ser un estorbo en sus planes intentó librarse de él mediante una estratagema. Esta consistía en hacer creer a todo el mundo que pretendía conquistar a la princesa Hipodamía. Polidectes pidió a los habitantes de la isla que le entregasen un caballo cada uno como presente para poder ofrecer como regalo a la princesa. Al no tener ningún caballo que ofrecerle, Perseo le prometió traerle la cabeza de Medusa, una de las tres Gorgonas que podía convertir en piedra a los hombres sólo con su mirada. Polidectles aceptó satisfecho el ofrecimiento, pensando que la misión era un suicidio y el joven nunca regresaría.
Sin embargo, Zeus decidió ayudar a su hijo por lo que pidió a los dioses Atenea y Hermes que le prestaran su ayuda. Hermes le dio una espada con la que poder cortar la cabeza de Medusa mientras que Atenea le regaló un brillante escudo y le aconsejó sobre las tareas que tendría que realizar. Con el fin de encontrar el escondite de Medusa, Perseo fue en busca de las Grayas, tres brujas que sólo tenían un mismo ojo y un mismo diente y que compartían pasándoselos una a la otra. Perseo les arrebató el ojo y el diente, obligándolas a confesar donde estaba situada la residencia de Medusa a cambio de devolverselos.
En su camino, Perseo se encontró con las náyades, de las que consiguió un zurrón mágico, el casco de Hades, que permitía volver invisible al que lo llevara puesto, y unas sandalias aladas. Con la ayuda de estos objetos logró introducirse en la residencia de las gorgonas. Usando el escudo como espejo logró cortar la cabeza de Medusa sin tener que mirarla. De la sangre de Medusa nació el caballo alado Pegaso.De vuelta a su hogar, Perseo encontró a Andrómeda encadenada a una roca, lugar donde había sido dejada por sus padres Cefeo y Casiopea para ser devorada por el monstruo marino Ceto. Perseo se enamoró de Andrómeda por lo que la liberó y mató al monstruo, convirtiéndolo en coral al mostrarle la cabeza de Medusa.
Perseo y Andrómeda lograron finalmente casarse teniendo seis hijos: Perses, Alceo, Heleo, Méstor, Esténelo y Electrión, y una hija llamada Gorgófone.
Dánae engendró a Perseo, y al enterarse Acrisio los arrojó al mar en un cofre. Tras vagar durante mucho tiempo a la deriva, llegaron al reino de Sérifos, donde fueron recogidos por Dictis, hermano del gobernante de la isla, el tirano Polidectes
La belleza de Dánae hizo que Polidectes también cayera enamorado de ella. Pensando que el joven Perseo podía ser un estorbo en sus planes intentó librarse de él mediante una estratagema. Esta consistía en hacer creer a todo el mundo que pretendía conquistar a la princesa Hipodamía. Polidectes pidió a los habitantes de la isla que le entregasen un caballo cada uno como presente para poder ofrecer como regalo a la princesa. Al no tener ningún caballo que ofrecerle, Perseo le prometió traerle la cabeza de Medusa, una de las tres Gorgonas que podía convertir en piedra a los hombres sólo con su mirada. Polidectles aceptó satisfecho el ofrecimiento, pensando que la misión era un suicidio y el joven nunca regresaría.
Sin embargo, Zeus decidió ayudar a su hijo por lo que pidió a los dioses Atenea y Hermes que le prestaran su ayuda. Hermes le dio una espada con la que poder cortar la cabeza de Medusa mientras que Atenea le regaló un brillante escudo y le aconsejó sobre las tareas que tendría que realizar. Con el fin de encontrar el escondite de Medusa, Perseo fue en busca de las Grayas, tres brujas que sólo tenían un mismo ojo y un mismo diente y que compartían pasándoselos una a la otra. Perseo les arrebató el ojo y el diente, obligándolas a confesar donde estaba situada la residencia de Medusa a cambio de devolverselos.
En su camino, Perseo se encontró con las náyades, de las que consiguió un zurrón mágico, el casco de Hades, que permitía volver invisible al que lo llevara puesto, y unas sandalias aladas. Con la ayuda de estos objetos logró introducirse en la residencia de las gorgonas. Usando el escudo como espejo logró cortar la cabeza de Medusa sin tener que mirarla. De la sangre de Medusa nació el caballo alado Pegaso.De vuelta a su hogar, Perseo encontró a Andrómeda encadenada a una roca, lugar donde había sido dejada por sus padres Cefeo y Casiopea para ser devorada por el monstruo marino Ceto. Perseo se enamoró de Andrómeda por lo que la liberó y mató al monstruo, convirtiéndolo en coral al mostrarle la cabeza de Medusa.
Perseo y Andrómeda lograron finalmente casarse teniendo seis hijos: Perses, Alceo, Heleo, Méstor, Esténelo y Electrión, y una hija llamada Gorgófone.
sábado, 28 de enero de 2012
Hasta la poesía tiene mitología
Me fascinan los versos de Gustavo Adolfo Bécquer. Es mi poeta favorito y, al leer sus «Rimas», descubrí algo que me cautivó. Solo voy a poner un verso de esta poesía, porque es muy larga, pero al leerlo lo comprenderéis:
- Porque son, niña, tus ojos/ verdes como el mar, te quejas;/ verdes los tienen las náyades, /verdes los tuvo Minerva,/ y verdes son las pupilas/ de las huríes del Profeta.
domingo, 25 de diciembre de 2011
Filemón y Baucis, los ancianos generosos.
Existe en las montañas de Frigia un árbol maravilloso, de doble naturaleza. Por un lado es roble, y por el otro un tilo. Pero este árbol tiene un solo tronco. A buen seguro, semejante prodigio tuvo su origen en un capricho divino...
Un día que Zeus se aburría, pidió a Hermes que lo acompañara a la Tierra.
-Vayamos a ver -le dijo- si el pueblo frigio respeta como es debido las leyes de la hospitalidad.
Ambos tomaron la apariencia de unos vagabundos y fueron a llamar a las puertas de las casas. Por desgracia, allí donde pedían un poco de pan y un rincón donde dormir, se los rechazaba. Los frigios parecían haber olvidado la más sagrada ley de Zeus. Cien veces, los dos compañeros hicieron la petición y cien veces fueron rechazados. Entonces se marcharon a lugares más aislados. Al caer la noche, estaban a punto de renunciar cuando divisaron la cima de una montaña, en la que encontraron una la más miserables de las chozas. Se acercaron. Antes incluso de llamar a la puerta, ésta se abrio, apareciendo el hospitalario rostro de una anciana, de nombre Baucis, que los invitó a compartir su cena y rogó a Filemón, su marido, que añadiera con sus manos temblorosas un poco de leña a la chimenea para calentar a los recién llegados. Pese a la pobreza del mobiliario, Zeus y Hermes pronto se sintieron a gusto en unos taburetes toscamente tallados. Filemón y Baucis sólo tenían unas pocas aceitunas, verduras y algo de tocino, pero se las arreglaron para brindarles una comida muy agradable. Filemón les ofreció su única jarra de vino. No era más que un vino peleón un poco amargo, pero los dioses agradecieron el gesto. A medida que Filemón les servía, la jarra volvía a llenarse. Cuando por fin se dio cuenta, Filemón comprendió que se hallaban frente a dos dioses. Bajó la cabeza implorándoles clemencia: la comida que habían compartido era muy modesta, no tenían para más. Zeus los tranquilizó. Estaba muy agradecido: habían respetado la ley sagrada que dictaba que se acogiera al extranjero como a un hermano, y por ello serían recompensados. En cuanto a sus vecinos, se les aplicaría un justo castigo. Salieron fuera. Acto seguido, una ola gigantesca apareció de la nada y sumergió todos los pueblosdeExiste en las montañas de Frigia un árbol maravilloso, de doble naturaleza. Por un lado es roble, y por el otro un tilo. Pero este árbol tiene un solo tronco. A buen seguro, semejante prodigio tuvo su origen en un capricho divino...
Un día que Zeus se aburría, pidió a Hermes que lo acompañara a la Tierra.
-Vayamos a ver -le dijo- si el pueblo frigio respeta como es debido las leyes de la hospitalidad.
Ambos tomaron la apariencia de unos vagabundos y fueron a llamar a las puertas de las casas. Por desgracia, allí donde pedían un poco de pan y un rincón donde dormir, se los rechazaba. Los frigios parecían haber olvidado la más sagrada ley de Zeus. Cien veces, los dos compañeros hicieron la petición y cien veces fueron rechazados. Entonces se marcharon a lugares más aislados. Al caer la noche, estaban a punto de renunciar cuando divisaron la cima de una montaña, en la que encontraron una la más miserables de las chozas. Se acercaron. Antes incluso de llamar a la puerta, ésta se abrio, apareciendo el hospitalario rostro de una anciana, de nombre Baucis, que los invitó a compartir su cena y rogó a Filemón, su marido, que añadiera con sus manos temblorosas un poco de leña a la chimenea para calentar a los recién llegados. Pese a la pobreza del mobiliario, Zeus y Hermes pronto se sintieron a gusto en unos taburetes toscamente tallados. Filemón y Baucis sólo tenían unas pocas aceitunas, verduras y algo de tocino, pero se las arreglaron para brindarles una comida muy agradable. Filemón les ofreció su única jarra de vino. No era más que un vino peleón un poco amargo, pero los dioses agradecieron el gesto. A medida que Filemón les servía, la jarra volvía a llenarse. Cuando por fin se dio cuenta, Filemón comprendió que se hallaban frente a dos dioses. Bajó la cabeza implorándoles clemencia: la comida que habían compartido era muy modesta, no tenían para más. Zeus los tranquilizó. Estaba muy agradecido: habían respetado la ley sagrada que dictaba que se acogiera al extranjero como a un hermano, y por ello serían recompensados. En cuanto a sus vecinos, se les aplicaría un justo castigo. Salieron fuera. Acto seguido, una ola gigantesca apareció de la nada y sumergió todos los pueblos del valle vecino. Pero eso no fue todo. Al darse la vuelta, los dos ancianos vieron su humilde choza convertida en un templo resplandeciente recubierto de oro y plata. -Pedid un deseo -añadió Zeus- y os será concedido.
El matrimonio había sido siempre muy humilde y continuarían siéndolo. Tan solo pidieron no tener que separarse nunca y morir el mismo día. Zeus lo concedió, y los dos ancianos se quedaron en el templo al servicio de los dioses, viviendo aún por mucho tiempo en paz y serenidad. Llegó el día en el que sintieron la fatiga y el peso de los años. Se sentaron uno junto al otro en la escalinata del templo para tomar un poco el aire, cogidos de la mano. Vieron entonces que sus dedos se cubrían de hojas. Tuvieron el tiempo justo para despedirse: "adiós, esposo mío", "adiós, esposa mía", antes de convertirse en un maravilloso árbol de tronco único, mitad roble, mitad tilo.
Este árbol es en Frigia el símbolo de un amor sencillo y verdadero. Y todos aquellos que visitan el templo tienen la constumbre de cubrir sus ramas de guirnaldas en memoria de Filemón y Baucis.
sábado, 24 de diciembre de 2011
Atenea, el regalo a Grecia.
Atenea era la diosa de la sabiduría y Poseidón, el dios del mar. Sucedió que una diferencia los enfrentó.
Cada región de Grecia tenía un dios protector que honraba particularmente, y tanto Atenea como Poseidón reivindicaban ese rol para el Ática, que era sin dudar el lugar más bello de Grecia. Zeus decretó que sería Cécrope, el rey justo y bueno de aquellas tierras, quien dictaminara el veredicto. Cécrope tuvo muchas dudas y al final decidió dar su voto al dios que les hiciera el regalo más útil. Poseidón clavó su tridente e hizo brotar del suelo una fuente de agua salada para que los hombres pudieran disfrutar de sus actividades náuticas. Añadió también un caballo negro con fama de invencible que entregó al rey.
Acto seguido, Atenea apuntó con un dedo e hizo salir de la tierra un árbol de tronco nudoso que hoy conocemos como olivo.
-Las hojas de este árbol -dijo- no caerán nunca, tampoco en pleno invierno. Y sus frutos podrán alimentaros hasta la saciedad. Este árbol os hará célebres en todo el mundo, pues será símbolo de la fecundidad y de la paz que deseo dar a los hombres.
El rey, emocionado, no tuvo ninguna duda de su decisión y dijo orgulloso:
-Oh, gran diosa, esta tierra te será consagrada. Por siempre será tuya. En tu honor construiremos la más hermosa de las ciudades, a la que llamaremos Atenas.
Cada región de Grecia tenía un dios protector que honraba particularmente, y tanto Atenea como Poseidón reivindicaban ese rol para el Ática, que era sin dudar el lugar más bello de Grecia. Zeus decretó que sería Cécrope, el rey justo y bueno de aquellas tierras, quien dictaminara el veredicto. Cécrope tuvo muchas dudas y al final decidió dar su voto al dios que les hiciera el regalo más útil. Poseidón clavó su tridente e hizo brotar del suelo una fuente de agua salada para que los hombres pudieran disfrutar de sus actividades náuticas. Añadió también un caballo negro con fama de invencible que entregó al rey.
Acto seguido, Atenea apuntó con un dedo e hizo salir de la tierra un árbol de tronco nudoso que hoy conocemos como olivo.
-Las hojas de este árbol -dijo- no caerán nunca, tampoco en pleno invierno. Y sus frutos podrán alimentaros hasta la saciedad. Este árbol os hará célebres en todo el mundo, pues será símbolo de la fecundidad y de la paz que deseo dar a los hombres.
El rey, emocionado, no tuvo ninguna duda de su decisión y dijo orgulloso:
-Oh, gran diosa, esta tierra te será consagrada. Por siempre será tuya. En tu honor construiremos la más hermosa de las ciudades, a la que llamaremos Atenas.
Paris y la manzana de la discordia.
Un día se celebró en el Olimpo una fiesta a la que fueron invitados todos los dioses salvo Eris, la diosa de la discordia. Pero a Eris le llegó a los oídos la celebración y fue de todos modos. Irrumpió en mitad del banquete y lanzó sobre una alfombra una manzana de oro con una inscripción: A la más bella.
Evidentemente, Afrodita se levantó para recoger lo que le pertenecía. Sin embargo, otras dos diosas diosas la detuvieron, afirmando que la manzana les correspondía por derecho: Hera y Atenea. Esa manzana se convirtió en la manzana de la discordia, y las tres bellezas preguntaron a Zeus que él mismo dictaminara quien era la más bella. Zeus, que conocía los celos de su esposa, el carácter arisco de Atenea y temía que Afrodita le privara de amor, mandó a las tres diosas bajar a la Tierra, donde un príncipe llamado Paris decidiría quien era la más bella.
Paris se quedó mudo al ver aparecer a las tres diosas más bellas del Olimpo. Éstas le formularon su duda, pero Paris estaba indeciso.
Entonces Hera dijo:
-Si me eliges a mi, te convertiré en rey del imperio más extenso que la Tierra haya conocido.
Paris iba a entregarle la manzana cuando Atenea subió la oferta:
-Si me eliges a mi, haré de ti un héroe invencible que conseguirá para su pueblo una victoria tras otra.
Paris ya estaba totalmente seguro de su decisión cuando la dulce voz de Afrodita le susurró:
-Si me eliges a mi, haré que se enamore locamente de ti la mujer mortal más hermosa del mundo. Una mujer cuya belleza sea similar a la mía.
Y, desanudando su túnica, se mostró ante Paris en su más turbadora desnudez.
Subyugado por el cuerpo sin defectos de Afrodita, Paris cogió la manzana y se la tendió.
Hera y Atenea se vengaron terriblemente de él. La hermosa mortal de la que se enamoró no fue otra que Helena, la esposa del rey de Esparta, Menelao. Cuando Paris, ayudado por Afrodita, se la arrebató, Menelao entró en cólera. Las dos diosas rechazadas se aliaron con los griegos, y este fue el inicio de la larga, asoladora y fratricida "Guerra de Troya".
Evidentemente, Afrodita se levantó para recoger lo que le pertenecía. Sin embargo, otras dos diosas diosas la detuvieron, afirmando que la manzana les correspondía por derecho: Hera y Atenea. Esa manzana se convirtió en la manzana de la discordia, y las tres bellezas preguntaron a Zeus que él mismo dictaminara quien era la más bella. Zeus, que conocía los celos de su esposa, el carácter arisco de Atenea y temía que Afrodita le privara de amor, mandó a las tres diosas bajar a la Tierra, donde un príncipe llamado Paris decidiría quien era la más bella.
Paris se quedó mudo al ver aparecer a las tres diosas más bellas del Olimpo. Éstas le formularon su duda, pero Paris estaba indeciso.
Entonces Hera dijo:
-Si me eliges a mi, te convertiré en rey del imperio más extenso que la Tierra haya conocido.
Paris iba a entregarle la manzana cuando Atenea subió la oferta:
-Si me eliges a mi, haré de ti un héroe invencible que conseguirá para su pueblo una victoria tras otra.
Paris ya estaba totalmente seguro de su decisión cuando la dulce voz de Afrodita le susurró:
-Si me eliges a mi, haré que se enamore locamente de ti la mujer mortal más hermosa del mundo. Una mujer cuya belleza sea similar a la mía.
Y, desanudando su túnica, se mostró ante Paris en su más turbadora desnudez.
Subyugado por el cuerpo sin defectos de Afrodita, Paris cogió la manzana y se la tendió.
Hera y Atenea se vengaron terriblemente de él. La hermosa mortal de la que se enamoró no fue otra que Helena, la esposa del rey de Esparta, Menelao. Cuando Paris, ayudado por Afrodita, se la arrebató, Menelao entró en cólera. Las dos diosas rechazadas se aliaron con los griegos, y este fue el inicio de la larga, asoladora y fratricida "Guerra de Troya".
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